Recuerdo, con una precisión casi innecesaria, cuando sentado en la esquina de esa habitación vacía, hoy, que preferiría estar muerto, tomé la decisión de quedarme en la casa que habito desde hace más de treinta y cinco años.
La luz, la luz me lo dijo todo. Era como si hubiera estado esperándome, como si me hubiera acorralado, como si no hubiera más. Hoy pensé en hacer lo mismo, volver al inicio, ir a la casa de mi juventud, de mi época familiar, sentarme en una esquina y ver declinar el día, cerrar el círculo ahora que allí ya no hay nada. Todo el ímpetu de la esquina del inicio apagado en la esquina del final.
Agotado, sin ideas, sin fuerzas para cambiar nada, sin fuerzas ni para el amor, he entendido la alegría de los vivos en el cementerio, cuando aún te sientes en el lado de los que sienten. Cuando también entiendes la bendición del descanso, del ser nada.
Poco más se puede decir.
Fdo. Quique Gómez